Crítica: Qayin Regis- Doctrine (2019)


Por mucho tiempo que pasa, jamás comprenderé el por qué los mortales no aprovechan para nada sus vidas. Los días les suceden entre obligaciones autoimpuestas que odian. Algunos, los más afortunados poseen eso que llaman dinero. Piensan que son importantes por tenerlo. Sin embargo, solo el Todopoderoso lo es en realidad. Él me creó. Me dio la misión de ir consumiendo de forma lenta y pausada a todo ser vivo hasta que tan solo quedase el alma. Hoy estoy en el lecho de muerte de un Rey. Cuanto más altivos son, más disfruto llevándomelos. Este hombre fue arrogante, egoísta, déspota con su pueblo… Solo hay que mirar su espíritu, cargado de odio y ambición. Ojalá la Deidad lo juzgue como merece…
Bienvenidos al universo de Qayin Regis.

Los Black Death metaleros Qayin Regis, volvieron a la carga el pasado 31 de octubre de 2019 con su segundo trabajo «Doctrine». El disco fue lanzado por BlackSeed Productions y Blood Fire Death.

El conjunto lo forma: Sublime Tirannus of Vedma (voz), Sovereign Pontiff Aheraaz (guitarra y bajo), Secret Kadosh of the North Gate (batería).

El espeluznante power trio, no cesa en su ansia por ofrecernos un viaje al más profundo de los avernos, masacrándonos con unas composiciones que le ponen los pelos de punta al más pintado. Los de Madrid se caracterizan por crear tonadas de extenso minutaje no exentas de sorpresas. De esta forma, aseguran el interés y la atención de cualquiera que se atreva a oír el susodicho álbum. Como era de esperar, la producción es sucia, cosa que por supuesto ayuda a crear esa atmósfera insana que desprende el Elepé. Asimismo, la portada resulta perfecta para este tipo de propuestas sónicas.

Ojo a los guitarrazos disonantes y gélidos. Vais a disfrutar más que un cerdo en un charco de barro con los siempre variables ataques de riffs disonantes, dobles armonías y embistes de tremolo picking que nos obsequia Sovereign Pontiff Aheraaz.

Adentrándonos en el terreno de los registros vocales, Sublime Tirannus of Vedma consigue emitir un tono totalmente demencial e iracundo. No busquéis clean vocals, que eso aquí no hay.

Ante tanto cambio en las «hachas», los tambores no podían ser menos. La percusión es dinámica hasta la saciedad. ¿Qué predomina?, ¿la aceleración o la contundencia? La respuesta es ambas. El equilibrio es total.

Especialmente, han llamado la atención de este humilde redactor las finales ‘Neenia Ataecina‘ y ‘Deo Aironis‘, mas el nivel de calidad se mantiene intacto en las cuatro canciones que forman el Long Play.

Hermanos afines a lo macabro, el plástico que comentamos hoy os gustará sobradamente.

 

Nota: 8
Autor: Chus

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