Crítica: Rvkkvs – Antithesis of Prosperity (2024)


El frío negro de la muerte. Los climas coexisten en el infierno de modo inimaginable a través de un poder malévolo espeso y nauseabundo. Al igual que el tiempo nunca pasa debido a la interrupción completa de coordenadas asumibles por el ser humano, las temperaturas también participan del pandemónium infernal llevado a límites imposibles en el que la locura es una de las características básicas de la destrucción fundamentada en la pena y el dolor avernales. Sin cuerpo, ni alma, las figuras sombrías de contornos desdibujados habitantes de este impío lugar, arrostradas en un incesante vórtice de lamentos que suenan como arañazos clavados en la capa ominosa de una maldición implosiva, buscan las salidas a una oscuridad en el que la desaparición de los recuerdos vividos antes de la entrada al abismo insondable es una tumba rota sin dimensiones reconocibles por las manos dañinas de una bestia perniciosa.

El disco de hoy es «Antithesis of Prosperity» -Antítesis de prosperidad-, la segunda publicación discográfica del cuarteto neozelandés Rvkkvs, practicantes de Metal Muerto Pulverizado, editado el 22 de noviembre de 2024 en formato digital de manera autogestionada y en cedé a través del sello australiano Grindhead Records. Su primer lanzamiento se produjo en 2022 con una demo que contenía dos cortes incluidos en el epé que nos ocupa, manteniendo la misma estructura en una producción más primitiva y áspera.

La portada es abstracta y psicótica, con una gran diferencia entre el nombre del grupo y el título del álbum. Eso sí, ambos elementos comparten una nítida legibilidad.

El listado de canciones lo componen un total de 9 temas, de una duración donde priman los cortes que tienden a rebasar el minuto y medio de escucha, siendo la pieza final ‘The Fear‘ -El miedo- la única que sobrepasa por poco los tres minutos hasta sumar los 16:59 completos del redondo. Los ritmos a escuchar son muy lentos, lentos, medios, rápidos y muy rápidos, en una distribuida compartimentación.

Las voces son duales, alternándose el timbre gutural con los tonos agudos. Encontramos también un rango en limpio tamizado en los temas ‘Glass Face‘ (Rostro Vítreo) y ‘Forever‘ (Para siempre).

Las guitarras son técnicas en su fiereza determinada por romper enclaustramientos y parquedades, con unos irresistibles solos puntiagudos en ‘Shachiku‘ (Trabajador sumiso), la citada ‘Glass Face‘ y en ‘Trapped in Vain Decline‘ (Atrapado en una vana decadencia).

El bajo destaca por su preclaro uso de líneas propias en un viaje al más allá inveterado.

La batería, con varios pies en un estilo noventero sin preciosismos artificiosos, se luce ampliamente a los parches, los platos y el doble pedal en armonía brutal con su hermano de ritmo.

Coda: un disco partidor de escucha sensorial letal e infecciosa.

Nota: 8.
Autor: Deader.

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