Crítica: Sacred Reich – Awakening (2019)


El 23 de agosto de 2019 fue la fecha elegida por el cuarteto americano de thrash tradicional Sacred Reich para el lanzamiento de su quinto larga duración «Awakening» por el sello americano Metal Blade Records.

Sacred Reich son los músicos: Phil Rind (voz y bajo), Wiley Arnett (guitarra solista), Dave McClain (batería) y Joey Radziwill (guitarra rítmica).

La veteranía es un grado a considerar jubilosamente si dicha circunstancia viene avalada con talento y creatividad sobre proyectos sonoros extendidos (habiendo o no periodos de inactividad de por medio) a través de décadas acumuladas en la vía férrea del metal extremo, transmitiéndose así una sensación de persistencia combativa respecto al cansancio y fatiga comprensibles en profesionales dedicados a una actividad artística exigente tan prolongada en el tiempo. No obstante en más ocasiones de lo que sería deseable la experiencia no conduce al éxito anhelado por los seguidores de bandas que como Sacred Reich pusieron sus cimientos a mediados de los ochenta a un género en auge por aquel entonces como era el thrash. Hablamos de la segunda ola donde irrumpieron con vigorizante energía los de Phoenix (Arizona) aportando contenido político inequivoco a sus letras. Una novedosa búsqueda de mensajes denunciando injusticias y tropelías por los elegidos para el mal ejercicio de responsabilidades gestionadoras sistematizadas en la lucha de clases según el lugar que ocupan los individuos en función de posicionamientos enfrentatorios surgidos entre el hombre y el capital, conviertiendo la música en algo más de lo esperado por el poder, obediente sólo a sus propios intereses partidistas obviando el acuciante bien común del resto. El mejor ataque es una buena defensa racional y nunca racionada por la ausencia de libertad. Creía necesaria esta introducción para ponderar la importancia de los estadounidenses como punto de partida en la necesaria protesta cívica ciudadana de lo errado por el desgobierno cuando éste se produce, afectando negativamente a todo proyecto de vida digna. Para este asalto que los devuelven a la actualidad cuentan con ocho piezas sonoras de producción orgánica inspirada en los años noventa con limpieza de sonido y moderado empleo de la potencia instrumentada. La portada lleva la firma de Paul Stottler, colaborador desde los principios de la banda en la creación del diseño de su iconografia , elegiendo aquí un tintado en blanco y negro con un depertante O.D. -el emblemático soldado con máscara antigas y pelo largo,  imagen simbólica años ha de la banda- viéndose rodeado de divinidades adimensionales entre otras alegorías elucubrativas, sacudiendo nuestra mente casi sin querer de un modo instantáneo la figura proverbial de la Gran Madre Kali.

Las guitarras respiran sobre todo al ritmo de medios tiempos con efectivos rasgueos thrash, mostrando una competente habilidad en su elaboración sonora. No obstante quedan lejos de provocarnos estremecimientos sonoros imperecederos, adoleciendo de repetición esquemática desfavorecedora. Con los solos ocurre un tanto de lo mismo, notas altas y uso de la palanca de distorsión con velocidad en exceso previsible.

La voz de Phil es incatalogable y genial a la vez, sin dejar de convertirse en el centro primordial de la propuesta musical con un timbre único, donde se combina la dureza inteligente con una densidad emocional admirable a pesar de los años de actividad. De manera anecdótica se hace acompañar con unos mínimos coros en los cortes ‘Awakening‘ y ‘Death Valley‘.

La batería se beneficia de un sonido de golpeo contusionador a los parches, doble bombo y platos sorprendiendo en el inicio de ‘Manifest Reality‘ y el procedente comienzo militar de ‘Killing Machine‘. Se echa de menos eso sí la existencia de una velocidad relámpago extra que nunca llega a producirse.

El bajo sufre de una irrelevancia lamentable. A excepción de ‘Something to Believe‘ la labor de Phil a las cuatro cuerdas resulta vacía de contenido. Pequeñas pizcas bajísticas emotivas también se hallan entre los recovecos de los temas ‘Salvation‘ y ‘Manifest Reality‘ en menor grado. Una vez más, la Escuela Insonora de bajistas-cantantes nos deja con un rictus de sorpresa e incredulidad desalentadoras.

Subrayo los números ‘Death Valley‘ debido a su conexión preclara con el universo Black Sabbath (oído al cencerro de batería en su estructura) y ‘Manifest Reality‘, buen ejemplo del «metal apaleador» ejecutado «sin despeinarse» por la banda.

Un aquietado despertar sónico entre la vigilia del pasado que nos hará abrir los oídos hacia el thrash más social.

Nota: 6
Autor: Suicider

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