Crítica: Witcher – A gyertyák csonkig égnek (2019)


 

El viento abrió la puerta de la desvencijada cabaña de golpe. El lugar, desprendía un insoportable olor a muerte. Al fondo, se podía ver un enorme caldero. Debajo, quedaban restos de la leña que se había usado para encender fuego. También, era posible observar un viejo catre, dos sillas y una estantería llena de polvo y telarañas. En el suelo, con la respiración débil y entrecortada, estaba la dueña de aquello. Abrazaba con ambas manos un grueso libro. No le quedaba mucho de vida y rezaba a los dioses porque el calvario no durase mucho más. Después de horas de tormento, el corazón decidió que era hora de dejar de latir. La expresión facial de la anciana bruja se relajó. Comenzó a emitir por todos sus orificios una potente luz esmeralda. Los restos comenzaron a levitar, levantándose palmo y medio del piso. Fue entonces cuando con un último estallido lumínico, desapareció como si jamás hubiese existido. El tomo cayó abierto al suelo. La página que mostraba, primero en blanco, se fue escribiendo sin que ninguna mano humana lo hiciera. Al acabar, se cerró de modo abrupto…
Bienvenidos al universo de Witcher.

Filosofem Records lanzó el 1 de noviembre de 2019 el segundo Larga Duración de los Atmospheric Black metaleros Witcher llamado «A gyertyák csonkig égnek».

El grupo lo compone: Roland Neubauer (voz, guitarras, programador de batería), Karola Gere (teclado).

Melancólico e intimista hasta decir basta resulta el nuevo trabajo del dúo procedente de Hungría. Nada más suena la primera nota, nos vemos inmersos en un maremágnum de sentimientos cargados de tristeza e ira, que bien podría resultar la banda sonora del día antes de nuestra muerte, recordando todo el mal que hemos hecho a las personas que nos han rodeado y a nosotros mismos a lo largo de los años. Las composiciones son extensas y obsesivas, adjuntando un número de giros de recorrido menor del que se podría esperar debido a su duración. Con esto que digo, no quiero que penséis que la repetición de las partes acaba resultando absurda ni mucho menos. Os aseguro que las cosas están donde deben estar. Cabe resaltar que la importancia de los teclados es fundamental, ya que unido a las «hachas» se crean las dobles armonías. Cambiando de tercio, la producción es la típica para el género en cuestión, siendo sucia en su justa medida. A su vez, el artwork tan inquietante como depresivo le viene como anillo al dedo.

De nihilistas podríamos calificar a las seis cuerdas. Los riffs son fluidos con mucho uso de tremolo picking.

Agradecido ando de no toparme con clean vocals. Roland tan solo hace emanar de sus cuerdas vocales shrieks.

La percusión «robotizada» va casi de forma perpetua a medio gas. La única muestra de celeridad la hallaréis en ‘Az én csendemben‘. Que ya puestos a decir, sería el track que destacaría precisamente por lo que acabáis de leer sobre él.

Elepé perfecto para que lo hagáis sonar en el ocaso de vuestra existencia.

 

Nota: 7
Autor: Chus

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