Crítica: Bloodyard – Orchard of Corpses (2020)


Bloodyard es una banda inglesa oriunda de North-West, conformada por cuatro miembros: Donna Hurd en la voz, Nick Adamson en la guitarra, Dave Cowley en el bajo y Matty Lee en la batería. Reunidos a mediados de 2010, a lo largo de estos diez años han logrado producir una impronta característica para su música al mezclar Heavy Metal con otros géneros como Death, Groove, Black y Doom, reuniendo elementos de las grandes bandas que los han influenciado: Lamb of God, Bolt Thrower, Cannibal Corpse, Pantera, Carcass, Machine Head, Slayer, Metallica o Sepultura, entre otros.

A pesar del tiempo que llevan juntos, han producido escaso material discográfico, y es que la banda se ha dedicado más a las presentaciones en vivo desde 2011. En este sentido, han tocado en algunos de los mejores lugares y festivales de todo el Reino Unido, incluidas la Academia de Manchester y la Academia de Birmingham. En 2015, Bloodyard ganó Metal to the Masses y tuvo su lugar en el Bloodstock Festival de ese año, además de aparecer en una función especial sobre el festival en Scuzz TV. A parte de Bloodstock, han tocado en los mejores festivales de metal del Reino Unido como Hammerfest (2019), HRH Metal (2017, 2019), Beermaggedon (2017), Thrashersaurus (2019), Breaking Bands Festival (2016) y Mammothfest (2016).

No obstante, cuentan con las siguientes grabaciones de estudio: «Set to Fall» (EP, 2014), «Darker Rage» (EP, 2016) y el que es su primer larga duración y nos convoca hoy: «Orchard of Corpses» (LP, 2020). Cabe destacar que los tres lanzamientos han recibido gran aclamación de la prensa musical.

«Orchard of Corpses»  es un disco que combina sabiamente la densidad y pesadez musical de géneros como el Black y el Doom con elementos más furiosos y dinámicos del Thrash-Groove Metal y el Death. No se caracteriza por su velocidad, el sonido está en un punto intermedio entre densidad-profundidad y velocidad-agresividad. La batería en general es lenta, simple y sin grandes sobresaltos. Las guitarras cargadas y muy bajas no exhiben sin solos y muestran con una tendencia a los riffs del Death, aunque a veces podrían inclinarse al Groove. En cuanto a las voces, no se abandona casi en ningún momento el gutural. En una oportunidad aparecerán voces limpias (hacia el final de la canción ‘Antithesis‘), siendo predominante el  death growls, y en muchos momentos, se cuela el pig squeal. Lo novedoso de esta banda es que en algunos temas se utiliza el fraseo típico del Groove, aunque en una velocidad más lenta y con un toque más pesado y profundo. Resumiendo, es un sonido  moderno, alejado del «Old School», que sintetiza muy bien la velocidad -agresión del Groove-Death con la densidad-profundidad el Doom-Black.

El disco me pareció muy interesante, es sin lugar a dudas una gran creación. Tal vez no les sea muy seductora a los amantes del sonido «Old School», ya que evidencia una tendencia musical más actual, pero los amantes del sonido extremo lo encontrarán afín a sus gustos.

Nota: 8
Autora: Irene Adler

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